No cabe duda que el marketing en el cine es una herramienta importante en la difusión de nuevos proyectos. Muchas películas, fuera del circuito hollywoodense, que carecen de dicha herramienta terminan siendo vistas por un número muy reducido de espectadores, independiente de la calidad de la producción. Dicho esto, que una película mediocre se base sólo en la popularidad de su protagonista y en dos o tres trailers bien hechos (con escena de sexo, inexistente en el metraje final, incluída) resulta un insulto para los espectadores y eso es lo que ocurre con Salt, del director Phillip Noyce, una de las películas más malas de este año. Seguir leyendo